lunes, 24 de marzo de 2014

MARCHAS DE LA DIGNIDAD



      Partiendo de los distintos puntos de la geografía española, varias columnas de mujeres y hombres, hartos de ver sus derechos recortados y despreciados por el Gobierno del Partido Popular, han recorrido España hasta confluir el pasado sábado, 22 de marzo, en Madrid.

   Pedían algo tan simple, y tan vital, como pan, trabajo y techo. Pedían sanidad y educación públicas. Pedían que nuestros jóvenes, y menos jóvenes, no tengan que coger el camino de la emigración. Pedían que nuestros mayores puedan ser debidamente atendidos, y que no vean recortadas sus pensiones. Pedían que sean los representantes del pueblo, elegidos por el pueblo, quienes gobiernen respetando a la ciudadanía y cumpliendo sus compromisos. Denunciaban la dictadura de los mercados, la dictadura del capital, que a través de la Troika - la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo - deciden las medidas a adoptar, cargando los sacrificios en los trabajadores y trabajadoras, enriqueciendo cada vez más a los que ya son muy ricos, y aumentando la desigualdad hasta puntos escandalosos.


     El pasado 16 de marzo, la columna de Andalucía atravesó Despeñaperros, y fueron varios los tosirianos que acompañaron en su caminar a la marcha, durante cerca de 30 km.

     El día 22, un autobús partió de Torredonjimeno, puesto por Izquierda Unida y el Partido Comunista, para unirnos a las gentes llegadas desde todas las comunidades autónomas a apoyar a los caminantes, que durante tantos días habían llevado con ellos la dignidad y el hartazgo de todos nosotros.

     Fue un día grande. Una marea desbordada de rostros cansados y sonrientes, de voces desafiantes y llenas de esperanza y de convencimiento en la fuerza de la solidaridad, y en que sólo el pueblo salva al pueblo. Madrid, el pueblo de Madrid, también respondió: personas mayores curtidas en todas las batallas contra la dictadura, los jóvenes que vivieron la transición y que ya no son tan jóvenes, los jóvenes del "no nos representan", mujeres dispuestas a no consentir que nadie decida sobre sus cuerpos, desahuciados de sus viviendas, parados con o sin subsidio... cada cual con su pequeña o gran lucha a cuestas, con banderas o sin banderas, unidos en una indignación común.

Madrid era una fiesta. Y  eso el Gobierno de la derecha no podía consentirlo. Por eso dieron orden de que la fiesta acabara envuelta en violencia. Las cargas policiales empezaron cuando todavía las intervenciones se sucedían en la Plaza de Colón, abarrotada de gente. Había que cambiar los titulares. Había que convertir las Marchas de la Dignidad en disturbios. Y lo hicieron. Con miles de personas en las calles, niños y ancianos incluidos. De manera indiscriminada. Aterrorizando a los que caminaban tranquilamente queriendo prolongar esa fiesta de la democracia que fue el 22 M. A los que intentábamos llegar a los autobuses, llevándonos en los oídos y en el pecho un gigantesco "¡SÍ SE PUEDE!".

      El grupo de Torredonjimeno, entre ellos una niña y varias personas de edad, nos vimos envueltos entre las cargas de los antidisturbios y las carreras de quienes no entendían muy bien qué pasaba. Las pelotas de goma, y también alguna que otra piedra de quienes, hartos ya, presentaron resistencia, volaron sobre nuestras cabezas, mientras intentábamos que el grupo no se nos dispersara.

     Habrá quien diga que los antidisturbios cumplieron con su obligación; que tenían que defenderse; que debían mantener el orden. Lo que nosotros presenciamos, lo que vivimos, fue una actitud provocadora por parte de muchos de ellos, y una reacción desmedida y sumamente peligrosa, creando más peligro y para más personas, que los posibles daños que pretendieran evitar.

     Pese a los esfuerzos del sistema por hacer que sea la violencia lo que quede del 22 M, nos quedamos con las amplias avenidas llenas de dignidad en marcha.




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